Consumo Sostenible

Consumo Sostenible

Si no cambiamos las tendencias, en unas décadas (pocas) nuestras condiciones de vida serán peores, y la catástrofe humanitaria podría ser la regla más que la excepción.
La preocupación avanza más que las respuestas. Desgraciadamente, nuestros sistemas de decisión política y económica no se están adaptando a la gravedad del problema al ritmo que debieran, aunque algunos pasos, como la reciente entrada en vigor del Protocolo de Kioto, vayan en la buena dirección. Pero obviaríamos algo importante si confiáramos todo a la acción global. Es cierto que los problemas ambientales no conocen fronteras, que afectan a todo el planeta, que los cambios deben afectar a las principales instituciones políticas y agentes económicos... Pero también es cierto que los ciudadanos tenemos que ser protagonistas en este giro hacia la sostenibilidad global: no sólo exigiendo cambios a los grandes poderes, sino asumiendo además nuestra responsabilidad.
A veces obviamos que los grandes problemas ambientales adquieren su dimensión inmanejable tras sumar millones de comportamientos individuales, lo que activa el papel de los ciudadanos. Nosotros mismos podemos, cambiando nuestras pautas de consumo por ejemplo, reducir la dimensión de la crisis ambiental. Reduciendo lo superfluo, sí, y buscando alternativas a bienes y servicios impactantes. Es lo que podemos llamar un consumo sostenible.
Y podemos conocer el grado en que la sociedad andaluza está dispuesta a un modelo de consumo más sostenible, más ecológico y justo, gracias al Eco-barómetro, un estudio de opinión pública que la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía y el Instituto de Estudios Sociales (IESA-CSIC) realizan anualmente desde 2001, para conocer los valores, las actitudes y los comportamientos de los andaluces ante el medio ambiente. Y algunos resultados de su edición de 2004 son importantes para saber si es posible otro modelo de consumo sostenible. Muchos andaluces tienen en cuenta variables ambientales a la hora de adquirir productos: un 37,8% declara haber dejado de comprar alguna vez un producto por sus implicaciones negativas para el medio ambiente. Casi cuatro de cada diez andaluces ha participado alguna vez en el "boicot" de un producto por razones ambientales.
Y lo que también es relevante: otro 49% estaría dispuesto a hacerlo, aunque aún no lo haya hecho aún. La señal que deben recibir los productores es que más del 80% de los andaluces están dispuestos a dejar de comprar un producto que sea perjudicial para el medio ambiente. He aquí una razón muy poderosa para "ecologizar" nuestro sistema productivo y para que los productores sean cada vez más sostenibles. Se pueden encontrar si no sin mercado. Pero una cosa es estar dispuestos a "castigar" a quien tiene una mala actuación ambiental, y otra apostar por bienes y servicios más exigentes en sus garantías ambientales que las establecidas legalmente. ¿Hasta qué punto hay espacio en Andalucía para este "mercado verde"? Pues nada menos que un 64% de los andaluces afirman haber comprado en los últimos seis meses productos respetuosos con el medio ambiente. Sin embargo, esta predisposición positiva no se traduce en un comportamiento estable o continuo. ¿Por qué? Podemos resumir las razones que dan los andaluces para explicar por qué no compran habitualmente más productos "verdes" en el siguiente cuadro, donde se cruzan dos dimensiones. Por una parte, la que distingue el producto (sus características) y la acción (el consumo sostenible), y por otra, la que va desde el momento de la decisión hasta la eficacia del acto.
Razones para no ser "consumidor verde" habitual
Producto Acción Decisión.
No los encuentro (34,3%).
No se ofrece información de impacto ambiental (31,8%).
Eficacia Precio más elevado (31,8%).
Peor calidad (5,6%).
Casi nadie lo tiene en cuenta (13,2%).
Estrategia comercial (12,4%).
Que yo los compre no mejora la situación del medio ambiente (8,8%).
Lo más resaltable de la tabla es que los argumentos que menor apoyo reciben son los que se refieren a la eficacia de la acción, es decir, a que el consumo sostenible sirva para algo. Por tanto, es sólo una minoría de los andaluces los que consideran que no es útil para mejorar el medio ambiente cambiar los hábitos personales de consumo. Los principales argumentos se concentran en los otros cuadrantes, y sí diagnostican los problemas con los que se encuentra actualmente el mercado verde.
En primer lugar, problemas de comercialización, pues un tercio de los encuestados plantean como el principal problema que es difícil encontrar estos productos en sus lugares habituales de compra. Segundo, en relación con la eficacia del producto, su mayor precio relativo respecto a los productos convencionales. Algo que depende de las economías de escala, es decir, de que se superen unas ciertas cantidades de producción y distribución a partir de las cuales se abaratan los costes.
Y también de algo más fundamental: hay que empezar a reconocer que los precios no reflejan algunos costes, como los ambientales, que al final pagamos (o pagaremos) todos. Los productos ecológicos pueden ser más caros, si el resto de la sociedad asume el coste ambiental de nuestros consumos, en lugar de hacerlo el propio consumidor. Y en otras ocasiones el problema no es más que de escala de tiempo: un producto puede ser más caro pero ofrecer un servicio mejor y más duradero, con lo que en su vida útil termina resultando más económico (es el caso de las bombillas de bajo consumo). Por tanto, el precio es una cuestión bastante relativa, e incluso en algunos productos, como los alimentos ecológicos frescos, la diferencia es cada vez menor... y no siempre a favor del convencional. Es remarcable por otra parte que la peor calidad del producto sea la causa menos citada. Las mayores exigencias ambientales no se asocian para los andaluces a una pérdida de funcionalidad.
Por último, aparece la falta de información sobre el impacto ambiental de los productos que consumimos. Excepto las certificaciones específicas (como la de los productos provenientes de agricultura y ganadería ecológica, la de la madera o la auditoria energética de electrodomésticos), y algunos productos muy conocidos (como el papel reciclado), carecemos de un sistema de información sobre la calidad ambiental del producto, lo que "desanima" al consumidor a asumir criterios ecológicos en su conducta. Por tanto, y como conclusión, volvamos por un momento al inicio del artículo: el consumo sostenible resulta esencial en cualquier estrategia de desarrollo sostenible, pues reduce la escala y la dimensión de los problemas ambientales.
El Eco-barómetro nos muestra la alta predisposición de los andaluces a incorporar criterios ambientales en sus hábitos de compra, ya sea para apoyar el desarrollo de "mercados verdes", es decir, de productos con mayor calidad ambiental, ya sea para penalizar a los productores que no demuestren responsabilidad, a través de campañas de boicot. Al mismo tiempo, nos señala el punto de partida de una política de apoyo al consumo sostenible: más información sobre las consecuencias ambientales de los productos que adquirimos, mejor distribución y redefinir la importancia del precio a la hora de tomar una decisión (no todo cuesta lo que vale).
El consumo sostenible, es decir, que atiende a criterios de sostenibilidad ambiental y social, es mucho más que una alternativa en la cesta de la compra. Es realmente un ejercicio de ciudadanía activa, que nos hace personas responsables con nuestro medio ambiente y con el resto de la humanidad.

Autor: Andrés Sánchez.
Secretario General de Sostenibilidad Junta de Andalucía
www.losverdesdeandalucia.org

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